Cuando en 1º de BUP redactaba alocadas historietas, muy cercanas a los tebeos, que mis compañeros de clase me exigían para que las leyera, a viva voz, delante de la profesora de Lengua, solo podía intuir que de mayor urdiese obras pretendidamente dramáticas. Las risas eran descomunales. El fondo de esas redacciones humorísticas, el fondo, digo, era hueco, solo divertido. Pero viendo después, con tantos años y en mi pretendida madurez cómo es la vida realmente, adquieren aquellas filigranas dialogadas todo su sentido ante la magnitud de iniquidades que nos rodea.
A día de hoy, mi obra de teatro es a veces entretenida, a veces pretendidamente profunda, y en ocasiones, demasiado cáustica. En fin, son los años los que doran, oxidándolo, el primer brillo adolescente, casi infantil, el más puro y deseado desde el futuro.
Los principales personajes de la historia de la Filosofía y del Arte desfilan por el escenario, tienen un juicio y acompañan, finalmente, a una pareja de hoy.
¿Ha valido la pena tanta Historia, tantos acontecimientos terribles?.
Muchos artistas han edulcorado a lo largo de los tiempos la violencia de la historia.
¿Ha valido la pena tanto sufrimiento para que algunos destacasen por su arte?.
Mucho mejor, ¿para que esas pocas luces destacasen por su innegable puesta en escena, amando y ayudando a los demás?
Dios se harta de su obra y ejecuta, al fin, el Juicio Sumarísimo.
Safo y David son dos enamorados que no tienen otra cosa que hacer que quedar durante el fin de semana para hablar de Historia. Desde el punto de vista post-post-moderno son dos enfermos, o al menos uno de ellos muestra una inquietante falta de salud.